- - Mi jefe es un pervertido
Lala no se anda con rodeos. Nada más terminar nuestra clase
de Pilates, camino del vestuario, me relata que hace un par de mañanas, al llegar
muy pronto a la ofi, fue a la impresora a coger una factura que había dejado sin
imprimir la tarde anterior… y se
encontró un relato porno. Que si “tú
metes aquí y yo chupo allá”, que si “ahora mi amiga ata esto y el negro megapicha
azota lo otro”, “que si uno exige tal cosa y la otra suplica tal otra”…
- ¡Un cerdo cabrón! –insiste.
Aquella mañana solo estaban ella y él, el jefe y la secre,
por lo que mi amiga supuso que el relato era de su boss. Hizo como si no hubiera
visto nada y, roja de furia, se fue corriendo a la máquina del café.
- Por eso llegaba el primero, el muy guarro, para
descargarse el cuentecito y ponerse cachondo. Menudo tío, qué cabronazo.
Mientras yo me servía un café y esperaba a los demás, él se cascaba una paja.
Porque cuando volvían del parloteo cafetil, el tipo nunca
estaba en su mesa.
- Se la estaba meneando en el baño mientras leía
su historieta de tías guarras –contaba Lala que empezaba a encarnar al cruce
perfecto entre niña pija y camionero. Cabreadísima, sacaba de la bolsa de deportes, más bien
arrancaba, su champú con suavizante, su aceite corporal con olor a coco, su
esponja, sus chanclas y su toalla. Todo a juego.
A mí me parece que lo de los relatos tiene su punto
intelectual: en lugar de fotos, palabras. Es como leer el libro en vez de verse
la peli. Pero a mi amiga, que ya ha empezado a desnudarse, le parece una
asquerosidad.
- ¿Pero por qué te molesta tanto?
- ¡Porque es un cerdada, tía! Cuando me da un
papel me imagino que esa mano ha estado agarrando su polla, agggg, ¡¡¡¡no lo
soporto!!!!
Y mientras Lala y yo nos duchamos, cada una en su cubil, me
acuerdo de un viejo amigo que me contó que se masturbaba en el trabajo:
bastante a menudo, pero más en primavera y en verano por la salidera que le
entraba; escogía la hora de la siesta para su solaz solitario. Y de Nacho, un
abogado que lo primero que hace nada más abrir su ordenador es ver “fotos
guarras durante media horita… para empezar bien el día”. Y pienso en Cris, una exhippy
que trabaja en una empresa de seguros y que, de cuando en cuando, se escapa a
su paraíso personal entre las cuatro paredes del aseo de chicas. “Es como
volver a Ibiza, colega - me jura-. Solo así llevo bien lo del curro”.
- Pajillero de mierda…
La secretaria enfadada con su jefe está muy muy enfadada
con su jefe mientras se frota su pelo recién lavado y suavizado, envuelta en
una toalla. La cosa empieza a parecerme un ataque de celos.
- Pero vamos a ver Lala, ¡a ti que más te da!
- ¡Pero cómo me va a dar igual, Cris! Es un salido
repugnante. ¡¡¡Pajearse en el curro, por Dios!!!
- No tendrá otro sitio donde hacerlo a gusto.
Porque lo que a mí me parece es que la intimidad del aseo de
caballeros proporciona a este hombre la soledad necesaria para correrse una
miniorgía teórica antes de afrontar su jornada laboral. Seguro que en su casa
no encuentra el momento ni el lugar, y en algún sitio tiene que hacerlo.
Y mientras la Reina de Todos los Cabreos se enfunda sus
pitillo y se abrocha su blusa blanca de satén a la vez que se eleva 12
centímetros por encima del suelo gracias
al departamento de calzado de Zara,
ella amplía su perspectiva:
- A saber qué piensa cuando me pide que haga algo…
Mmmm, le gustará humillarme… Seguro que le pone caliente sentirse superior a mí
y saber que debo obedecerle… ¡Qué salido el tío! Y cuando me voy de su despacho,
fijo que me mira el culo.
Y se queda callada, atenta a una película que se proyecta en
la pared y que solo ella puede ver.
Me pregunto si debo traerle palomitas, pero opto por reflexionar sobre la palabra
“pajillero” que me parece casi el sinónimo de “ser humano”. Y no encuentro nada
malo en lo que hace su jefe, ni mi viejo amigo, ni Nacho ni Cris ni todos los
que se masturban en la intimidad donde y cuando pueden. Y pienso que la
masturbación es una fuente de conocimiento, y de placer, y de relax y de
satisfacción de los deseos, y de
excitación y de todo lo que cada uno quiera atribuirle.
Contemplo a mi amiga absorta en su fantasía con su jefe, al
que no puede quitarse de la cabeza, con quien le asaltan infinidad de imágenes
que la tienen obsesionada y que adoptan infinidad de variantes…
- Debe de ponerle cachondo mi top lencero en tono
pétalo, porque la tela es bastante finita…
Lo dicho: el asunto tiene todo el aspecto de un ataque de
celos.
Ay, el deseo tiene maneras tan caprichosas de expresarse…
¡Uy, me he manchado la falda! Voy un ratito al aseo…
(Ilustación de Elvgren).
(Ilustación de Elvgren).
¿Qué opinas de todo este asunto del deseo, los celos, la masturbación…?
Si todos nos pusiésemos a pensar qué ha tocado antes la mano que acaba de estrechar la tuya,la que te ha dado la barra de pan o te ha servido la caña en el bar de la esquina, probablemente, no saldríamos de casa...
ResponderEliminarCreo que deberías volver a quedar con ella para que te dijera dónde, cómo y cuándo se debería de realizar el acto masturbatorio.
¿Nos mantendrás informados...?
Un saludo,
Jan Solo
Hola, Jan Solo. En realidad,cada uno puede masturbarse dónde, cómo y cuando le plazca... siempre que no esté cometiendo ningún delito. La sexualidad de cada uno es algo íntimo, sin embargo muchos se empeñan en gobernar a su antojo la sexualidad de los demás mediante unas normas tan absurdas como perjudiciales.
ResponderEliminarCreo que lo que le pasa de mi amiga es que se siente atraída por su jefe, y el rechazo es una manera (contradictoria, sí)de gestionar esa atracción.
!Ah... la mano, la mano que acaricia tu espalda!
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