15 oct 2012

ORGASMOS DE PEGA


Olivia pasó una mala racha, una racha malísima, y decidió psicoanalizarse. Todos los martes, estuviera donde estuviera, recorría Madrid para ser recibida por su psicoanalista en su consulta de la calle Lagasca salpicada con grabados de Chillida. 120 euros la hora de 50 minutos, llegara o no llegara puntual y acudiera o no a la consulta.

Tras dos meses de hablar de esto y de lo otro, surgió la gran pregunta:

-          ¿Qué tal en la cama?
-          Bueno, me cuesta conciliar el sueño si no tomo Orfidal, pero últimamente lo estoy cambiando por un whisky. Y mejor.
-         
-          ¿…?
-         
-          ¡Ah, sí, la cama!, ¡Qué tonta!… Pues… bien… No está mal…
-         

Mi amiga, tumbada en el diván modelo Barcelona de Mies van der Rohe,  se sentía en el confesionario, forzada a desvelar sus pecados de omisión.
-          Bueno, lo cierto es que lo hacemos poco, y lo poco que lo hacemos no lo disfruto mucho, la verdad...
-          Entiendo.  Y dígame, ¿tiene orgasmos?
-         
-         
-          … ¿Orgasmos?... Sí. Bueno, no. Bueno, sí…

El caso es que mi amiga sí tiene orgasmos, pero no con su marido sino ella sola. Pero como la pregunta era un tanto imprecisa no sabía bien qué responder y mi querida Oli se sintió como si la jefa de estudios le hubiera pillado copiando en un examen. La escultura art dèco de una bailarina que tenía frente a sí empezó a ponerse borrosa, parecía que alguien la hubiera lanzado al fondo de un estanque. La doctora disparó de nuevo su dardo.

-          ¿Sí tiene? ¿No tiene?

Y Oli, sumida en llanto y bajo los efectos del síndrome de Estocolmo, empezó a soltar por esa boquita. Y le contó a su terapeuta que tenía relaciones sin demasiadas ganas porque estaba muy estresada y que cuando está muy estresada se le baja la libido completamente. Y que no, que no tenía orgasmos con su marido aunque sí cuando no estaba con él, es decir, cuando estaba sola. Y que no sabía si su marido la deseaba porque tardaba lo suyo en correrse, y que ella estaba pendiente de que él terminara para acabar el asunto de una vez porque en realidad gozar, lo que se dice gozar, ella no gozaba.

Mientras mi amiga se sonaba los mocos con un kleenex con olor a aloe vera, la psicoanalista, la gran conocedora de la psique humana, le dio un conciso consejo:
-          Finja el orgasmo.

Y le explicó que es una buena manera de terminar con la práctica sexual cuando no se está excitada y evitar así que corra la sangre, es decir, sin que el orgullo de su marido salga dañado y sin que el matrimonio se haga añicos. Y que no tenía por qué sentirse mal: simplemente rompía con  una situación masoquista en la que mi amiga no disfrutaba pero con la que se había creado cierta dependencia.

Me costó encajarlo, lo reconozco.

Pero no le dije nada porque no me preguntó qué opinaba yo de ese asunto. Y porque para ella el consejo de su confesora había sido una solución para acortar un poco la cosa porque, total, para las pocas veces que lo hacía.

Y no se lo dije, pero lo pensé. Pensé que fingir el orgasmo con tu pareja es empezar a cavar lo que un día se convertirá en un abismo. Es sustentar la relación erótica en la mentira. Es hacer que el encuentro gire en torno al orgasmo, al de él, y no al placer mutuo y a la comunicación y la a aventura que es encontrarse en brazos de otra persona. Que es renunciar a la entrega, renunciar a la verdadera intimidad. Y renunciar, por supuesto, al propio orgasmo, aunque esto era lo que menos me importaba.

Oliva estaba tratando a su marido como a un niño: le regalaba un falso orgasmo para que a él no le diera la pataleta. Eso convertía a mi amiga en la madre de su hombre, no en su mujer.

Podía haberle contado mis teorías sobre que hay que encontrar momentos para la intimidad, que el deseo aparece cuando te lo estás pasando bien y cuando estar con el otro es un placer. Pero no me salían las palabras, lo juro.

-          Olivia, cielo, tú confías mucho en tu doctora, ¿verdad?

Me dijo que sí, pero no debía de confiar demasiado en realidad. Porque al cabo de un mes mi amiga dejó a su consejera espiritual.

No sé si será por efecto de la terapia o porque ahora, cada semana, puede comprarse unos Jimmy Choo o una cremaza en eBay. El caso es que a Olivia se la ve más contenta.

Espero que un día me cuente por qué. Y por qué le tiene tanta tirria al arte contemporáneo. 


El deseo surge cuando te lo estás pasando bien y estar con el otro
es un placer. (
Ilustración de Andy Virgil).

¿Has fingido el orgasmo con tu pareja alguna vez? ¿Crees que eso bueno para la relación? Comparte con nosotras tus sentimientos. 


4 comentarios:

  1. Bueno chicas, os creéis que soy las únicas que simuláis orgasmos???

    Pues os equivocáis…;-)

    Hace bastantes años, Una chica joven y muy guapa que trabajaba en los Juzgados, me ligó… (Yo creo que las chicas sois mas listas y cuando los chicos vamos, vosotras ya habéis ido, vuelto, os habéis hecho las uñas y nos estáis esperando…es decir que los chicos NO ligamos nunca, soy vosotras las que tomáis la decisión y nos “admitís” ).

    Bueno esta chica en cuestión, le gusté un montón (nunca entendí porqué) y me metió mano la primera cita sin disimulo alguno en un pub de madrugada!!! Tras eso, pasamos unos meses “enrrollaos”…

    Follamos bastantes veces. Por razones en las que no voy a entrar, yo nunca “terminaba” follando con ella… lo que ella desde luego si esperaba…. Y surgió solo. Por las mismas razones que se cuentan en la entrada del blog… Tras tener ella su orgasmo, ruidoso y pasional…yo disimulaba el mío...por cariño hacia ella. La verdad es que si al “retirarte” tras el falso orgasmo, tienes cuidado, la chica no se entera de nada.

    Y así estuvimos unos meses, ella tan contenta, yo con sensación de un bicho raro… Un día se lo conté. Se quedó destrozada. Nos vimos algún tiempo más y lo dejamos. Creo que nunca lo superó….se sentía menos mujer, o menos guapa, o que se yo… Yo lo hice para evitar que los dos nos sintiéramos mal…y al final fue mucho peor!!!

    Mi conclusión es la misma que la de la autora de la entrada… al final decir la verdad,en la cama y EN TODO, es la mejor opción. Aunque parezca lo contrario, aunque lo hagamos por no hacer daño. Cualquier otra opción es una traición a ti mismo y a los demás…. Como decía la canción… nunca es triste la verdad…lo que no tiene es remedio.

    Bueno, aprendí mi lección. Nunca más volví a simular orgasmos…aunque las cosas no fueran bien…

    Al final no somos tan distintos, no?

    Charlie.

    PD: FELICITACIONES POR EL BLOG!!

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  2. Charlie, muchas gracias por tu comentario, resulta muy interesante. La cuestión es ¿por qué fingimos orgasmos? ¿Tal vez porque pensamos que sin él el encuentro ha sido un fracaso? ¿Porque correrse es lo que utilizamos como medida de "rendimiento"? Esa actitud rígida y finalista es el origen de casi todas las dificultades eróticas. Nos iría mucho mejor si en lugar de tener como finalidad el orgasmo, nos dedicáramos a descubrir qué sucede en cada momento.
    Fingir el orgasmo hace daño, a quien engaña y a quien es engañado. Seguro que tu exnovia se hizo un montón de preguntas, todas ellas dolorosísimas.

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  3. Creo que fingir un orgasmo es engañarte a ti misma primero y después al otro..... No le veo ningún sentido....

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    1. Tienes razón, Dafne, pero hay muchas personas -sobre todo mujeres- que lo hacen. Tiene su lógica dentro de la relación que mantienen. Sin embargo, considero que es algo que hace daño... aunque fingir el orgasmo pretenda evitar justamente eso, hacer daño.

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