- Ay, sí, mi amor: la lluvia, el té calentito, las hojas caídas, los fines de semana románticos…
- … y el vello…
Mi amiga dejó, por un instante, de mirar el retrovisor y casi
encajona el guardabarros de su escarabajo Azul Denim en el morro del imponente Audi
que tenía detrás. Mara y Fran están saliendo desde que se descubrieron en
Menorca este verano, de manera que este es su primer otoño juntos: todavía se
están conociendo.
- ¡¡¿¿El
vello, Fran??!!
- Sí, mi vida, el vello.
Y su novio pasó a explicarle que estaba deseando que el
verano terminara para pedirle que se dejara crecer el vello de las axilas.
Ella, tan puntillosa en cuestiones de depilación que se pasaba la Silkepill
cada tres días en sus algo regordetas pero firmes piernas, no acababa de
entender.
- Me gustaría que tuvieras vello ahí, princesa. Me
pone –sonreía el inocente Fran.
Mara intentaba disimular su desconcierto mientras sacaba la llave de contacto. Y recordaba el rechazo que le produjeron aquellas italianas perroflautas del chiringuito de la playa que tanto habían
frecuentado: sus gintonics eran gloriosos, pero cada vez que las romanas
levantaban el brazo para coger una botella, ella fantaseaba con un buen tirón
de cera a cada lado. “¿¿¿Le pone???” pensó
para sí. Y empezó a sospechar que no conocía lo suficiente a su amorcito.
- Sí, el vello de las axilas me pone. Me gusta hundir
la cara en él, chupetearlo… no sé. Me recuerda al pubis.
Ya. Mara empezaba a entender. El problema eran sus ingles
brasileñas, depiladas al extremo, es decir, del todo. Típico: si no hay vello abajo,
por lo menos que lo haya arriba, ¿no? Con lo que le costaba depilarse ahí.
- O sea, a ver… Quieres que me deje pelo en las
axilas porque no lo tengo en el pubis…
- No, cielo, no. A mí me encanta tu pubis tal y
como lo tienes. Pero es que las axilas me gustan con vello, no sé… ¿qué tiene
de malo?
Y Fran le contó a mi amiga cosas que no sé si mi amiga
estaba preparada para escuchar: que los pelitos de esa zona le parecía suaves,
que le hacían cosquillas en los labios y en la lengua, que cuando no llevaban
desodorante tenían un sabor cálido y una textura húmeda muy sexy… Parecía un
gourmand hablando de un confit de pato. "¿Con quién habrá estado este hombre?". Y un catálogo de mujeres velludas apareció ante
sí con un Fran enloquecido tras ellas como un perro trufero.
- No pasa nada, mi amor, si no es tan raro.
Pero para mi amiga era rarísimo. Es más, era grimoso. Una
guarrada. Pero estaba deseosa de complacer a su sensual, apasionado, desinhibido
y aventurero novio, así que se dejó crecer el vello de las axilas y se compró un
arsenal de camisetas de manga corta para ir al gimnasio.
Y llegó el momento, ese día en el que el vello estaba abundante
y excesivo para mi amiga pero insuficiente aunque aceptable para su hombre. Y
él se sumergió en un mar de sensaciones bajo el brazo de su amante. Y ella
descubrió el juego que dan cuatro pelillos de nada. Tanto dio de sí que se
excitó una barbaridad, casi tanto como él. O más, porque hubo un momento que,
entre unas cosas y otras, mi amiga tuvo un largo y profundo orgasmo.
La pulcra Mara jamás lo habría sospechado.
Cariño, ya no estamos en verano, ¿qué tal un poquito de
vello?
(Ilustración de Alberto Vargas).
(Ilustración de Alberto Vargas).
Este blog mola!!
ResponderEliminarYo, mujer de 31 años, estuve sin depilarme desde los 20 hasta los 27 aproximadamente. Ni las piernas, ni las axilas, ni las ingles... llevaba vestidos, y vestía lo que me apetecía, sin pensar mucho en lo que los demás pensaran. Y digo mucho, porque la gente, por falta de costumbre creo yo, a veces se quedaba mirándome las piernas o las axilas un buen rato.
Algunas amigas me "tomaban el pelo" (nunca mejor dicho, jajajaja) , otras iban como yo, y a mi novio le parecía natural y sexy.
Hoy día me depilo las piernas y las axilas. Eso sí, no muchas veces, las mínimas. La verdad es que las axilas me las depilo porque sí que siento que tienen un olor más fuerte con vello que sn él. Y las piernas, la verdad, me gustan más sin vello... por ahora. Soy morena con bastante vello y oscuro, y no pasa muy desapercibido, que digamos.
El caso es, que lo más importante es poder ser libre de elegir si depilarse o no. La verdad es que la presión social es muy grande hacia las mujeres que no se depilan, que lo he vivido en mi propia piel durante unos años. Es verdad también que la presión social es muy grande cuando en vez de mirar hacia nuestra libertad estamos dando explicaciones... QUE CADA UNA HAGA LO QUE PREFIERA... y se sienta lo más una misma que pueda y quiera...
Carmen, fuiste valiente al hacer las cosas a tu manera. Y sigues siéndolo. A menudo, someterse a la presión social hace que nos olvidemos de nuestros deseos, que renunciemos a quiénes somos, que ya no escojamos. Y entonces dejamos de vivir para solo sobrevivir. Y entonces sentimos envidia de quienes manifiestan esa valentía de la que nosotros hemos abdicado, y empezamos a etiquetar su comportamiento. Y los llamamos guarros o pervertidos o raros o enfermos... Y convertimos el sexo en una obligación a menudo aburrida y tediosa, frustrante, cuando en realidad se trata de una enorme fuente de satisfacciones y autoconocimiento.
ResponderEliminarNo sé si os acordáis que hace ya algún tiempo (la verdad es que no recuerdo cuánto) las clínicas de Corporación Dermoestética lanzaron este eslogan para vender lo de la depilación definitiva: '¿Y tú aún te depilas...?'
ResponderEliminarMe pareció que el reclamo iba con muy mala idea porque pretendían hacernos creer que para cumplir con los cánones de belleza (que establecían ellos,claro), no quedaba más remedio que convertirse en una especie superrasuradísimo cyborg...
Saludos,
Tomás Velloso
Tomás "Velloso", has dado en el clavo: se trata de hacer negocio con todo: el vello, la belleza, el sexo... Y que el que se salga de la norma vaya corriendo a "curarse" eso tan raro que le pasa. Y mientras, nos perdemos tantas cosas buenas...
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