Mi amiga Laura, toda rubia, entaconada e infiltrada, es una
devorahombres. Ha llegado a tener tres citas seguidas con tres hombres
diferentes (y sus respectivos múltiples jueguecitos eróticos) en un mismo día.
Por eso me quedé pasmada cuando en nuestra cita afterwork, después de retirarse
el Martini de los labios con la lengua, me soltó:
- - ¡Adoro el misionero!
- - Ya estás pecando otra vez, insensata -le contesté, pensando que se había llevado a
la cama a un religioso descarriado.
Pero no: ella, mi amiga, la insaciable, la reina de las fiestas, se refería
a la postura, a la clásica postura que tanto practicaron nuestros padres (o eso
creemos).
- - Mira esta foto -sugirió mientras me acercaba su
iphone.
Y allí estaba Pe, recostada sobre una arena blanca, con unos
pómulos increíblemente tersos, una tripa maravillosamente plana y, algo
importante, unos pechos poderosamente turgentes, generosos y elevados.
- - ¿Ves?, tumbadas estamos más monas.
Me quedé atónita…
- - No es sólo ese lifting momentáneo –aclaró mi
amiga- que, como ves, te lo sube todo. Además, como el antropólogo Desmond Morris explica en "La mujer desnuda", resultamos deseables
cuando mostramos disponibilidad sexual. Por eso es sexy enseñar el hombro, ponerse
tacones que nos hacen sacar el culete y adoptar posturitas.
Confundida e intrigada bebí un trago de mi vodka tonic. ¿A
dónde quería llegar Laura?
- - Tumbadas estamos diciendo al hombre que se lo va
a pasar bomba con nosotras. ¿No lo captas?
Lo captaba, lo
captaba, pero era incapaz de imaginar a mi amiga, ni siquiera a mí misma, en
posición de ‘me hago al muerta’ durante toda una sesión de amor. Pero ella ya
había estudiado el problema:
- - Es sólo al principio, mujer, para que les excites
más y no se fijen en los ronchones del autobronceador.
No hagáis caso a mi amiga: los hombres NO ven los ronchones
del autobronceador. Tampoco ven los pelillos de las piernas. Ni siquiera esa
celulitis que tanto nos obsesiona. Por lo general, en la cama y alrededores la
mayoría de los hombres no ve nada que no sea abultado, agarrable o penetrable. Por
favor, en cuestiones de sábanas relajémonos, divirtámonos y gocemos.
Qué confusión provocan algunos libros en algunas personas.
Y tú, ¿en la cama estás pendiente de no causar mala impresión?
Cuando dice que los hombres NO vemos nada de lo que no sea eminentemente protuberante durante la ejecución del acto amatorio, ¿se está refiriendo al caso de realizarlo con la luz apagada,verdad?
ResponderEliminarUn saludo,
JuanPe Numbras
¡Bonito nombre, JuaPe Numbras! Creo que sabes perfectamente a lo que me refiero, pero tal vez te apetezca leer una explicación: claro que ven eso que nosotras llamamos defectos, pero carecen de importancia en esos momentos. ¿Cuando te lo estás pasando bien, hagas lo que hagas, no te centras en el placer en lugar de fijarte en lo desagradable? Tienes visión de conjunto, ¿verdad? Pues eso es lo que pasa en eso que llamas "ejecución del acto amatorio" (dicho así, efectivamente paree una ejecución. Hay que tener cuidado con cómo llamamos a las cosas).
EliminarVIVA EL JUEGO!
ResponderEliminarABAJO EL DEPORTE!
Eso es, ¡viva el juego!
ResponderEliminarMe alegro de veras que le guste mi nombre, pero le aseguro que el mérito no es mío, sino de quienes me lo pusieron.
ResponderEliminarEn efecto, hay que tener mucho cuidado con cómo llamamos a las cosas porque muchas veces interpretamos lo que leemos como nos viene en gana...como le pasó a su amiga con el libro de Desmond Morris...
¿Que viva el juego...? Pues que viva...
Un cordial saludo,
Juan P. Numbras
Personalmente me encanta estar tumbada y que el venga... Es un te deseo, vente pa´ca. Jajaja....
ResponderEliminarSí, es que esa postura puede hacer que expreses disposición, deseo, algo que si bien nos puede hacer sentir vulnerables, también justo por eso puede excitarnos mucho. No hay normas, depende del significado que le dé cada uno, y eso es tan personal...
ResponderEliminar.