EL HOMBRE QUE SUSURRABA A LAS MUJERES

Mi amiga Susana acaba de romper dos años de relación con un tipo “adorable”. Guapo, con pasta y… ¡soltero! (divorciado, sí). La cosa ha terminado mal para ella: con una ETS, es decir, una enfermedad de transmisión genital con mal pronóstico.

Mi amiga lo hacía sin condón. ¿Por qué?

-      - No sé, él siempre me liaba. Me decía que quería sentir mi cosita divina calentita, y yo me derretía.

El tipo es venezolano, un experto susurrador de mujeres, galansote y cariñosón. Mi amiga ha pasado los cuarenta y tiene una enoooorme necesidad de sentirse halagada. Su amante le subía la autoestima. Porque era eso, un amante.

Él nunca le ofreció amor. Nunca exclusividad. Nunca conversación ni apoyo. Sólo sexo. En cuanto se veían, ¡hala, a la cama! Él la llamaba “bella”, “amor”, “puta divina”, y se la trajinaba en el sofá, en la cocina o donde hiciera falta. Mi amiga ponía la casa y a Michael Bublé en su iPod.

Ella quería sentirse amada, pero sólo había cama. Como él era un experto embaucador de mujeres y le daba palabras bonitas, Susana se volvió dependiente de él. Quería sus halagos. Necesitaba su deseo insaciable. Y con este, llegó también el virus del papiloma humano.

Qué tontas somos a menudo las mujeres: buscamos la autoestima fuera de nosotras. Aceptamos  a un hombre solo porque les pone nuestro culo y eso nos hace sentir bien. Pero nos merecemos mucho más. Siempre nos merecemos mucho más aunque seamos mayores, gorditas o con los pechos caídos.

Y si finalmente nos acostamos con un hombre, aunque sea para sentirnos deseables otra vez, por favor, pongamos la cabeza en algún momento: usemos el condón.

Mmm… gñfmm… arf, arf… Qué buena estásmmm…

Ilustración de Ernest Chiriacka