Lo
políticamente correcto no tiene nada que ver con la sexualidad. Es más, lo políticamente correcto es
incompatible con el erotismo. Todas esas cosas que resultan “denigrantes para
la mujer” por machistas (ser humillada, dominada, convertida en puro objeto de
deseo…) resultan también muy eróticas en numerosas circunstancias. Ponen.
Y ponen
porque todos somos de todo, en mayor o menor medida y según nos dé: un poco
sados, un poco masocas, un poco voyeures, un poco exhibicionistas… Y lo somos aunque no nos atrevamos porque nos parece mal ser como somos.
Pero el sexo
no juega en la liga de la razón; el sexo es imaginación y fantasía. Si lo sacas
de ahí, se estropea.
Mis amigas y
yo siempre acabamos hablando de sexo. La otra noche surgió la conversación entre
nigiri y nigiri, en una cena solo de chicas.
- - Me
gusta que Manu me ate - explicó Marie blandiendo sus palillos-. Me sujeta las
muñecas al cabecero, me quita las bragas con ansia, me fuerza a abrir las
piernas. Diréis que soy masoca, pero… ¡¡¡me pone muchísimo!!!
Jugar a ser otra
nos pone muchísimo. Ser quien
verdaderamente somos nos pone muchísimo.
- - Yo,
a veces, pido que me llamen puta -añade Laura, la promiscua reina de las
alcobas.
- - Y
yo me hago la estrecha: me pongo unas bragas enormes pero unos zapatos sexy, y
me paseo por la habitación como si nada. Leandro se pone como una moto -ilustra
Mer.
- - Yo
me meto debajo de la mesa mientras trabaja en casa, ya sabéis para qué… -añade Sara.
Y Sofía no
dice nada. Tampoco Mar. Y nos entra la risa. Parecemos niñas pequeñas
recordando una travesura.
Y es eso,
una travesura. Un acto de rebeldía ante una sociedad que nos presiona para ser
esto o lo otro, así o asá, pero raras veces nos invita a comportarnos tal y
como somos. Es la autoafirmación de nuestra libertad, jugar a ser lo opuesto a
nuestra imagen cotidiana de mujeres responsables y supereficaces.
No hacemos
daño a nadie, no nos denigramos, no insultamos a nuestro sexo ni al resto de
las mujeres. Ni siquiera a las maltratadas.
Es un acto de intimidad que
hacemos porque nos excita. Es un juego, y ya está.
El deseo no
es ideología, es excitación y juego. Es descubrimiento.
Una idea de
Mer: bragas altas y taconazo: una mezcla perversa para hacerse la estrecha.
(Imagen del catálogo de Charlotte Olympia).
(Imagen del catálogo de Charlotte Olympia).
¿Y tú, procuras ser políticamente correcta entre las sábanas? ¿Te dejas llevar por lo que surja? ¿Te gusta descubrir quién eres?
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