Diana ha
dejado a su novio porque él nunca tiene celos. No me lo cuenta ella me lo
cuenta él, que es mi amigo.
- - Dice
que soy frío, que no me importa que los
tíos babeen con ella…
Y me explica
que como su ex está muy buena, él encuentra normal que los hombres la miren con
la concentración propia de un desactivador de bombas, pero que solo él tiene la
satisfacción de ser el único que se la lleva a la cama.
- - Llámame
clásico, pero es así.
Pero a ella
eso no le sirve. Ella quiere un numerito, un ataque de celos en mitad de la
fiesta, un “¡vámonos a casa!” con tirón de brazo incluido y ojos inyectados en
sangre.
Ella quiere mascar la pasión.
- - Busca
novela, Jaco, romance, culebrón. Es una romántica.
- - Es
una chiflada.
Tal vez
Jacobo tenga razón, pero los celos es lo que tienen, que nos vuelven locos (¿o
es al revés?). Y Diana va y le deja: “Hemos terminado”… pero husmea en su Facebook.
- - Ahora
está mosqueda porque mis amigas, MIS-A-MI-GAS,
quieren que les haga fotos. La tía me manda un mensaje y me pregunta que
de qué voy. ¿¿¿Pero no me había dejado???
Mi amigo es
fotógrafo, y además es muy mono, y en cuanto ha cambiado su estado en Facebook
le llueven las nenas. Pero necesita una explicación:
- - Es
la vulnerabilidad.
- - ¿Qué?
- - Lo
de tu churri, es la vulnerabilidad.
Y en la
cuarta planta de Fnac, mientras ojeamos un pesado libro con fotos de Helmut Newton, le cuento que el deseo nos
hace sentir vulnerables. Que ese sentimiento es irrevocablemente consustancial
a la pasión, que sin él no hay nada: ni intimidad, ni placer, ni emoción, ni
entrega, ni ganas de follar… Que es necesario, vaya, aunque parezca
chungo.
- - Cada
uno gestiona la vulnerabilidad a su manera, y ella lo hace… con los celos. Muy
de tía.
- - O
sea, que hace que tenga celos porque le gusto. Y tiene celos porque le gusto.
Vale, me encaja pero, ¿¿¿por qué me deja???
- - Porque
le gustas. Porque se siente tan vulnerable que no puede soportarlo, y corta.
Muy de tía, también.
- - Es
para volverse locos…
Entiendo a
mi racional amigo, perdido entre tanta emotividad. Pero ellos también se
vuelven raros cuando desean, cuando se ven vulnerables: se hacen los machotes.
Y hacen como que pasan de nosotras. O se meten en la cama con la primera que
pillan. O emprenden un largo viaje. O no hablan, así les maten, de sus
sentimientos. O se cogen una borrachera monumental. O se vuelven posesivos,
celosos, desconfiados, despreciativos, cabreados, bloqueados, vigoréxicos,
groseros…
“¿Y qué
hago?”, pregunta mi querido fotógrafo mientras pasan por sus dedos mujeres en
blanco y negro con desnudas piernas interminables.
- - Aprende
a captar el mensaje, lee entre líneas, entra en su lógica, juega. Haz que se
sienta maravillosa, única, deseada… Haz que se sienta tu reina. Estará
fortalecida, y podrá soportar verse vulnerable ante ti.
- - Entonces…
¿me vuelvo celoso? ¿Le mando flores cada día? ¿Le escribo largas cartas de
amor? ¿Dejo de quedar con mis amigas? ¿La atosigo con WhatsApps acaramelados? ¿Le
monto numeritos? ¿Le presento a mi madre?
Creo que el
confundido Jaco no se ha dado cuenta de que tiene ante sí a cuatro supermodelos
caminando hacia él desnudas y entaconadas, y empiezo a sospechar que necesita
urgentemente una dosis de cafeína que vuelva a establecer la rutina en sus
neuronas. Cierra de pronto el libro, balbucea algo incomprensible y se marcha.
- - ¡Oye,
espera, que yo también me apunto a un café!
- - No,
si me voy a la India. Se me acaba de ocurrir un reportaje buenísimo.
P.D. Jacobo no se fue a la India, no tenía presupuesto. Pero
una semana después de nuestra conversación ella le pidió que volvieran a salir,
le dijo que se había arrepentido de su
comportamiento, que quería intentarlo… Ahora mi amigo está pensado en mudarse
definitivamente a Nueva York.
“Naked and
dressed” (fragmento) de Helmut Newton.
¿Juegas a
dar celos? ¿Crees que eso mejora tus relaciones eróticas o las enrarece?
Comparte con nosotras tus vivencias.
Me parece que la novia o ex novia de Jacobo está como una regadera, lo que no necesariamente es consustancial al género femenino.
ResponderEliminarTambién me parece que la vulnerabilidad, si se vuelve hiriente, o desestabilizadora, o agresiva, lo mejor es que se la trate uno o una. Psicológica o psiquiátricamente, me refiero.
El perro del hortelano siempre me ha caído fatal, y tampoco soporto a las víctimas ni las manipuladoras. Así que la chavala insegura que protagoniza esta entrada no cuenta con mis simpatías. Espero que Jacobo huya. Cuanto antes.
Entiendo tu indignación, pero mi papel como sexóloga no es juzgar o etiquetar a las personas, sino desvelar la lógica oculta (y a veces tan aparentemente absurda) que rige las relaciones.
ResponderEliminarLa vulnerabilidad es una buena explicación, y saber que el deseo que siente el otro es el motor de su comportamiento raro hacia nosotros tal vez nos ayude a comprender y a gestionar mejor la situación. Sobre todo si hay deseo correspondido.
Si, es cierto, a Diana se le ve grandes dósis de inestabilidad, pero quizá esto fué lo que a él tanto le atrajo de ella. Con frecuencia la inestabilidad emocional de tu pareja resulta una estupenda motivación para que la relacción crezca manteniendo un cierto estado de alerta que, cuando no es excesivo, evita que el otro se "duerma", algo bastante común tras cierto tiempo.Estoy de acuerdo en los consejos que le dan a Jacobo:
ResponderEliminar"Lee entre líneas, entra en su lógica,...hazle sentirse maravillosa, única deseada..." en definitiva mejora su autoestima y se sentirá mucho menos vulnerable e inestable.
Ahora bién, esto no es nada fácil. Para ello Jacobo debe amarla mucho y, lo más difícil, ser inteligente.
No me gusta lo de utilizar los celos como un juego. A veces acaba en un gran polvo, pero otras termina mal, muy mal. Es peligroso.
La cuestión entre Diana y Jacobo es que hay deseo, y esa es una buena razón para intentar que la relación prospere. No queda más remedio que, junto con la emoción, poner la cabeza. "Inteligencia", dices tú. Solo así es posible arrojar un poco de luz al follón que son las relaciones eróticas. Si uno no la pone deberá ponerla el otro: Jacobo, por ejemplo. Así será capaz de influir en el relato interno de Diana que gira en torno a "si me quisiera sentiría celos" y aproximarlo más a su realidad: "Tengo otras maneras de expresarte mi amor y mi deseo, y estas son...". Si se atraen, merece la pena el esfuerzo.
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