Martina ha probado de todo en la cama. Por lo menos, de todo
lo que le ha apetecido. Nunca se ha
cortado y, desde que se matriculó en el instituto, jamás le han faltado los
hombres… ni las mujeres. Su carrera erótica ha sido larga e intensa. En
síntesis, Martina es muy desinhibida.
Una tarde me llama para decirme que quiere hablar de sexo
conmigo. Y la noche siguiente nos vemos en su ático de Alonso Martínez ante una
botella bien fría de mi bebida favorita, Tantingler, con su ipod de fondo en
modo aleatorio. Brindamos “¡por nosotras!”.
- Me estoy reseteando, Cris –me suelta mientras
suena “Paradise” de Coldplay.
Se refiere al sexo, claro. Pero en el caso de Martina, quien
como ya he dicho ha hecho casi de todo, no sé bien qué es eso de resetearse. Me
espero lo peor: que se meta a monja, quizás tibetana. Pero no la veo
renunciando a su cuidadísima melena caoba.
- Abandono: ya no quiero follar más.
Lo dicho: monja. Y me sirvo un poco más de champán con la
esperanza de encajar algo mejor la noticia. O por lo menos que lo parezca.
- ¿Y sabes por qué?
No, no tengo ni idea. Y no sé si quiero saberlo…
- … Porque tras años de follar y follar y follar…
creo que no he sacado nada en claro.
Dios, me parece que
me he perdido algo. “¡¿Quién eres tú y qué has hecho con mi irreflexiva amiga?!”,
me dan ganas de preguntar a esa especie de Martina filósofa. Sin embargo, trago
un poco más de Tatlingler mientras Caetano Veloso me susurra “Você é linda”, y
es como si una lluvia de terciopelo cayera dentro y fuera de mí. Uy, creo que he perdido el hilo.
- … y cuando el tipo me dejó en el portal caí en
la cuenta de que en realidad, a pesar de todo, todavía no sé quién soy…
“¿Sabemos quiénes somos? ¿El sexo nos da las claves de
quiénes somos? ¿Realmente somos el sexo que somos? ¿Qué es el sexo? ¿Qué somos?
¿Por qué mi copa ya está vacía?...” Por supuesto todo esto solo suena en
mi cabeza mientras veo a mi amiga
pelirroja mover los labios mientras acciona con las manos y me sirve un poco
más de esa lujuriosa bebida color oro. Me recuerda el vello de un antiguo amor…
Me noto muy dispersa. Esa música encadenada sin criterio…
- … y le expliqué a Olivia que tus parejas no te
dan las claves de quién eres. Es más, que ni siquiera el sexo te dice quién eres
de verdad…
Es cierto, buscas un espejo en el otro y sin embargo no
logras descifrarte nunca. Algo estaremos haciendo mal cuando en la más absoluta
intimidad no conseguimos conocernos. Celebro mi reflexión apurando mis burbujas.
Hum, tal vez esté bebiendo muy deprisa… ¡Oh, no, Dire Straits! Jamás conseguí
que me gustara “Sultans of swing”… Sí, creo que muy deprisa.
- … Y ante aquel café me di cuenta de que en la
cama quiero sentir…
¿Sentir amor?, ¿excitación?, ¿orgasmos?, ¿diversión?, ¿poder?
Mmmmm, adoro el Tatingler. Nuevo sorbo… ¿Decías?
- … sentir que soy…
- Querrásss decir quién sssoy.
- No, Cris, quiero decir que en la cama quiero
sentir que soy, no que hago. Ser, no hacer.
¿Por qué Martina está tan sesuda? Iba a ser una charla más
sobre sexo… ¿No le apetecerá bailar la versión de Bryan Ferry de “The way you
look tonight”? A mí sí. Me gustaría levantarme, pero por alguna razón me he
vuelto de plomo, neuronas incluidas.
- … que mi vida sexual ha girado en torno a hacer:
probar esto, atreverme a lo otro, experimentar con lo de más allá, intentar lo
que me han prohibido… Hacer, hacer, hacer…
- Aham… Glup… Mmmm… Burp!...
- … di cuenta de que nunca he sido. No he sido
Martina en la cama, sino que he sido trozos de imágenes, fotogramas de mujeres
que he deseado ser porque me parecían deseables… ¿Sabes qué?
- ¿Gqué?…
- ¡No he sido yo, sino lo que creía que querían
que fuera! O lo que nunca esperaron que fuera… Iba a la cama con expectativas: un
orgasmo, una aventura, que si la posturita o el aparatito, tú ahora abajo,
ahora por allá…
No la sigo, porque la habitación
ha perdido el rumbo. Empiezo a naufragar agarrada a un chéster blanco entre
paredes gris claro. Oigo a una sirena de fondo que canta al estilo de a Norah Jones. Alguien
me habla.
- …empezar aquí para llegar hasta allí… Apretar
botones, como en el cuadro de mandos de un Boeing.
- Aham… Sssimm…
- No me he dejado llevar. No he estado ahí,
conmigo, con mi verdad.
- Entiendozzzzzz…
Y se hizo la oscuridad.
Un naufragio lo tiene cualquiera…
Imagen de Carlo Pieroni.
P.D. Al día siguiente, mientras
desayunaba dos Alka-Seltzer en su cocina, le pedí disculpas a mi amiga y le
rogué que me contara de nuevo aquello tan interesante que me perdí la noche
anterior. Gracias a sus explicaciones, que pude oír a medias y con mucho
esfuerzo, he podido reproducir parte de la conversación.
Creo que la sabia Martina
reseteada tiene mucha razón: el sexo no es para hacer, es para ser. Para
descubrir junto al otro quiénes somos de verdad, conocer nuestros anhelos y fantasías,
tantear nuestros temores, descubrir en los rincones más recónditos la
peculiaridad de nuestro ser.
Pero nada
invita a ello en nuestro entorno. Entre lo que es políticamente correcto o no,
sano o no, friki o no, sexy o no, gay o
no, pervertido o no, liberal o no, seguro o no… no nos permitimos ser de verdad. Tenemos
tantas ganas de recibir la aprobación del otro que renunciamos a nosotros
mismos.
Atrevámonos a ser quienes somos. A sentir en el sexo toda la riqueza de
la experiencia. De lo contrario, nos perdemos explorar territorios en
los que hallar un auténtico tesoro: nuestra verdad.
Y la plenitud sexual viene de
ahí: de ser quienes realmente somos. Mi inteligente y experimentada amiga ya lo
ha descubierto.
Alka-Seltzer, de Roy
Litchtenstein. Una cura antirresaca.
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