15 dic 2012

SEXO DE “HACER”, SEXO DE “SER”


Martina ha probado de todo en la cama. Por lo menos, de todo lo que le ha apetecido.  Nunca se ha cortado y, desde que se matriculó en el instituto, jamás le han faltado los hombres… ni las mujeres. Su carrera erótica ha sido larga e intensa. En síntesis, Martina es muy desinhibida.

Una tarde me llama para decirme que quiere hablar de sexo conmigo. Y la noche siguiente nos vemos en su ático de Alonso Martínez ante una botella bien fría de mi bebida favorita, Tantingler, con su ipod de fondo en modo aleatorio. Brindamos “¡por nosotras!”.

  Me estoy reseteando, Cris –me suelta mientras suena “Paradise” de  Coldplay.

Se refiere al sexo, claro. Pero en el caso de Martina, quien como ya he dicho ha hecho casi de todo, no sé bien qué es eso de resetearse. Me espero lo peor: que se meta a monja, quizás tibetana. Pero no la veo renunciando a su cuidadísima melena caoba.

 Abandono: ya no quiero follar más.

Lo dicho: monja. Y me sirvo un poco más de champán con la esperanza de encajar algo mejor la noticia. O por lo menos que lo parezca.

¿Y sabes por qué?

No, no tengo ni idea. Y no sé si quiero saberlo…

 … Porque tras años de follar y follar y follar… creo que no he sacado nada en claro.
                               
Dios,  me parece que me he perdido algo. “¡¿Quién eres tú y qué has hecho con mi irreflexiva amiga?!”, me dan ganas de preguntar a esa especie de Martina filósofa. Sin embargo, trago un poco más de Tatlingler mientras Caetano Veloso me susurra “Você é linda”, y es como si una lluvia de terciopelo cayera dentro y fuera de mí. Uy, creo que he perdido el hilo.

 … y cuando el tipo me dejó en el portal caí en la cuenta de que en realidad, a pesar de todo, todavía no sé quién soy…

“¿Sabemos quiénes somos? ¿El sexo nos da las claves de quiénes somos? ¿Realmente somos el sexo que somos? ¿Qué es el sexo? ¿Qué somos? ¿Por qué mi copa ya está vacía?...” Por supuesto todo esto solo suena en mi  cabeza mientras veo a mi amiga pelirroja mover los labios mientras acciona con las manos y me sirve un poco más de esa lujuriosa bebida color oro. Me recuerda el vello de un antiguo amor…

Me noto muy dispersa. Esa música encadenada sin criterio…

 … y le expliqué a Olivia que tus parejas no te dan las claves de quién eres. Es más, que ni siquiera el sexo te dice quién eres de verdad…

Es cierto, buscas un espejo en el otro y sin embargo no logras descifrarte nunca. Algo estaremos haciendo mal cuando en la más absoluta intimidad no conseguimos conocernos. Celebro mi reflexión apurando mis burbujas. Hum, tal vez esté bebiendo muy deprisa… ¡Oh, no, Dire Straits! Jamás conseguí que me gustara “Sultans of swing”… Sí, creo que muy deprisa.

 … Y ante aquel café me di cuenta de que en la cama quiero sentir…

¿Sentir amor?, ¿excitación?, ¿orgasmos?, ¿diversión?, ¿poder? Mmmmm, adoro el Tatingler. Nuevo sorbo… ¿Decías?

 … sentir que soy…
Querrásss decir quién sssoy.
No, Cris, quiero decir que en la cama quiero sentir que soy, no que hago. Ser, no hacer.

¿Por qué Martina está tan sesuda? Iba a ser una charla más sobre sexo… ¿No le apetecerá bailar la versión de Bryan Ferry de “The way you look tonight”? A mí sí. Me gustaría levantarme, pero por alguna razón me he vuelto de plomo, neuronas incluidas.

 … que mi vida sexual ha girado en torno a hacer: probar esto, atreverme a lo otro, experimentar con lo de más allá, intentar lo que me han prohibido… Hacer, hacer, hacer…
 Aham… Glup… Mmmm… Burp!...
  … di cuenta de que nunca he sido. No he sido Martina en la cama, sino que he sido trozos de imágenes, fotogramas de mujeres que he deseado ser porque me parecían deseables… ¿Sabes qué?
- ¿Gqué?…
¡No he sido yo, sino lo que creía que querían que fuera! O lo que nunca esperaron que fuera… Iba a la cama con expectativas: un orgasmo, una aventura, que si la posturita o el aparatito, tú ahora abajo, ahora por allá…

No la sigo, porque la habitación ha perdido el rumbo. Empiezo a naufragar agarrada a un chéster blanco entre paredes gris claro. Oigo a una sirena de fondo que canta al estilo de a Norah Jones. Alguien me habla.

 …empezar aquí para llegar hasta allí… Apretar botones, como en el cuadro de mandos de un Boeing.
 Aham… Sssimm…
No me he dejado llevar. No he estado ahí, conmigo, con mi verdad.
 Entiendozzzzzz…

Y se hizo la oscuridad.


Un naufragio lo tiene cualquiera… Imagen de Carlo Pieroni.

P.D. Al día siguiente, mientras desayunaba dos Alka-Seltzer en su cocina, le pedí disculpas a mi amiga y le rogué que me contara de nuevo aquello tan interesante que me perdí la noche anterior. Gracias a sus explicaciones, que pude oír a medias y con mucho esfuerzo, he podido reproducir parte de la conversación.

Creo que la sabia Martina reseteada tiene mucha razón: el sexo no es para hacer, es para ser. Para descubrir junto al otro quiénes somos de verdad, conocer nuestros anhelos y fantasías, tantear nuestros temores, descubrir en los rincones más recónditos la peculiaridad de nuestro ser.

Pero nada invita a ello en nuestro entorno. Entre lo que es políticamente correcto o no, sano  o no, friki o no, sexy o no, gay o no, pervertido o no, liberal o no, seguro o no… no nos permitimos ser de verdad. Tenemos tantas ganas de recibir la aprobación del otro que renunciamos a nosotros mismos.

Atrevámonos a ser quienes  somos. A sentir en el sexo toda la riqueza de la experiencia. De lo contrario, nos perdemos explorar territorios en los que hallar un auténtico tesoro: nuestra verdad.

Y la plenitud sexual viene de ahí: de ser quienes realmente somos. Mi inteligente y experimentada amiga ya lo ha descubierto.


Alka-Seltzer, de Roy Litchtenstein. Una cura antirresaca.





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