27 dic 2012

¿DOS MEJOR QUE UNA?


Seguimos hablando de regalos eróticos low cost. Ahí va otro; ojo, porque tiene sorpresita.

Marcela lleva muuuucho tiempo casada. Sin embargo, o quizás precisamente por eso, mantiene una vida sexual bastante activa: se lo pasa muy bien en la cama con su chico.

-          Nos tenemos muy pillado el tranquillo, reina.

Este otoño se le ocurrió regalarle un trío por su cumpleaños. Pero como acababa de cambiar los azulejos verde celadón del baño de su casa por láminas de mármol travertino, andaba flojilla de pasta y se encontró con que no le daba para pagar a una profesional

-          … que es lo que me habría gustado, porque así de paso yo aprendía un poquillo…

Total, que hizo un sondeo entre algunas de sus amigas (Marcela es muy sociable) y dio con una voluntaria. Sara, una excompañera de oficina que no conocía en persona a Ricardo, se apuntó al asunto por puro morbo. Acordaron detalles y quedaron para el día D.

Por fin, el 19 de octubre, viernes, a las 9,30 de la noche, la apasionada Marcela inauguró en la mesa de wengué de su casa una cena romántica, ataviada con un vestido azul pavo ceñido, breve y escotado. Toda una declaración de principios.

-          Felicidades, cariño –susurró mi amiga tras brindar con su amorcito.

Al instante, él ya estaba bastante caliente, porque el vestido hablaba por sí mismo y porque Marcela es muy buena poniendo caritas, posturitas y voz de teléfono erótico.

Durante la cena, la temperatura fue en aumento gracias a la gran predisposición de su hombre para todo lo que tiene pinta de acabar con su mujer entre sus brazos y a la envidiable habilidad de mi amiga para convertir en pecaminoso cualquier gesto inocente, como engullir berros con jamón de pato y aceto balsámico.

Y a los postres, cuando él ya estaba completamente “à un point”, sonó el timbre.

-          ¿Qué raro, quién será? –se extrañó él, con ninguna intención de que se arruinara su prometedora noche.
-          No te preocupes, cielo, voy yo.

A los pocos segundos, en el centro de aquel salón alumbrado con velas de diferentes tamaños y olores, una esposa enfundada en un minúsculo vestido de noche sonreía, junto a una elegante invitada envuelta en un abrigo de piel, a un atractivo cuarentón con cara de ¿dónde coño habré aparcado el coche esta vez?

-          Hola, Ricardo. Tenía muchas ganas de conocerte, Marcela me ha hablado tan bien de ti… Hace calor aquí, ¿no?

Y, ¡zas!, la de Amantes Sin Fronteras hizo caer su abrigo mientras dejaba a la vista un barroco conjunto de ropa interior de encaje negro con liguero incluido.

-          Felicidades, Ricardo. ¿Quieres abrir tu regalo?

Y Ricardo empezó a atar cabos, y en un tiempo récord recorrió todos los estados de la evolución humana… hasta que culminó en un Homo Erectus. Y bien erectus que estaba, porque su pantalón parecía haber encogido un par de tallas en la zona pélvicoanterior durante la supersónica evolución. Y, finalmente, su rostro adoptó la serenidad de quien se desprende del karma y, por fin, alcanza el Nirvana.

Sin más dilación, empezó la juerga.

-          Una pasada, Cris – me informó dos días después Marcela mientras le ayudaba a escoger toallas en Zara Home para su baño nuevo.

Ay, pero mi amiga había abierto la caja de los truenos. Porque a las tres semanas, una tarde de colada, en el bolsillo trasero de los chinos de su chico pilló dos tarjetas de embarque con destino a  Amsterdam a nombre de él ¡y de la fresca de Sara!

-          Las había impreso en el curro para que yo no me enterara… ¡El muy cabrón!  ¿¡Y a Amsterdam!? Qué cutrez, qué poco romántico: si hace un frío que pela. Y, además, en Holanda el mar es gris y te venden cerveza con sabores horrendos, ¡a cereza!

A mi amiga cualquier destino le habría parecido un espanto, pero yo no le llevé la contraria. Aunque no pude evitar pensar que quizás le habría ido mejor si hubiese aguantado un añito más con los azulejos y hubiera pagado a una profesional para la orgía con su Richi, que ellas una vez que cobran si te he visto no me acuerdo.

Ay, mi Marcela. Pero las cosas son como son, el sexo seguro no existe: en manos del deseo puede pasarte de todo.

Tardó varios meses en recuperar a su marido, varias cajas de Lexatin y un montón de sesiones de terapia de pareja que les ayudó a rehabilitar su ahora maltrecho matrimonio. Porque los dos se atraen mucho y porque ella se sentía un pelín responsable por haber encendido la mecha de esa pasión. Y porque, al fin y al cabo, la chica del sexo solidario fue solo un capricho pasajero para su hombre.

-          Que, por cierto, esa ni es mi amiga ni es nada.

Esa ni es amiga ni es nada, es verdad. Porque si las amigas se acuestan con tu marido para hacerte un favor, por lo menos tienen la decencia de no liarse con él a tus espaldas. Y menos, pirarse a otra ciudad para ir agarraditos por la calle y besarse en las esquinas en plan tortolitos.

Total, que me veo acompañando a Marcela a escoger corbata en Hermés la víspera del próximo 19 de octubre.

¿Dos mejor que una, o mejor una y una?
¿O solo una? Porque no hay dos sin tres…
(Imagen del pintor Jack Vettriano).


¿Se te ocurre algún regalo erótico anticrisis? Cuéntanoslo, que seguro que nos inspira.

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