27 sept 2012

UNA AGENDA PARA EL SEXO


“Con los niños, el trabajo, el chateau… No es fasil… acabo agotada”.
Cecile, a pesar de ser francesa, es también una mujer de su tiempo, es decir, una mujer sin tiempo para el sexo. Su comentario me dejó desolada: el mito erótico de las francesas ardientes se derrumbó ante mi tinto de verano.
“Entonces… ¿lo hacéis poco?”, pregunté intentando no parecer ni indiscreta ni sorprendida.
“Bueno… casi nada, ¿ah? Nunca encuentgo el momento…”.

Mi faceta de sexóloga me llevó a querer orientar a esta bella mujer, políglota, profesional y casada con un atractivísimo hombre de negocios, pero compuesta y sin polvo. “Bueno, lo cierto es que a veces da pereza empezar, pero una vez puestos…”.
“Nononono, es que me pongo a pensag en todas las cosas que quedan pog haseg, a organisag la agenda de mañana, y se me cogta el gollo total”. Hablaba bajito, como buena extranjera, pero lo hacía un poco más bajo de lo habitual.

Hum, me puse a reflexionar… ¡Y encontré la solución! Acababa de recordar la primera clase de mi máster en Sexología Avanzada: el imaginario erótico, las fantasías.

Adopté un tono profesional, como de “querida oyente”: “Yo creo que si tu cabeza no puede parar de pensar, lo mejor es que sustituyas un pensamiento no erótico por otro sí erótico. Es decir, en lugar de repasar la lista de la compra, ¿por qué no te inventas una fantasía? Eso te excitará”.
“Mais non!”, se escandalizó, “¡no puedo haseg eso a Pierre! Pensag en otro mientras estoy con él…”.

Mientras sepultaba para siempre los añicos del ídolo de las Ardientes Francesas, intenté explicarle que las fantasías son completamente inofensivas, que Pierre estaría encantado de tener entre sus brazos a su chica excitada, fuera por la razón que fuera; que el moralismo religioso, científico y político nos ha hecho creer que imaginar es lo mismo que hacer: si somos infieles de pensamiento es que somos infieles en realidad. Y que por eso nos da miedo imaginar, porque creemos que nos vamos a encontrar, en el sótano de nuestros deseos, al monstruo más abominable que pudiera existir. Pero la conversación dio un giro inesperado, muy a la francesa: se puso a hablar de mí.
“Tú me dijiste hase tiempo que tienes un día fijo a la semana en el que quedas con tu magido paga haseg el amog, ¿no? ¿Sigues con eso?”.

Y le aclaré que ya no porque ahora soy "free-lance" y mi marido también lo es y los dos tenemos mucho más tiempo libre de lunes a viernes, y que mi hija ya hace un poco su vida durante los fines de semana y pasamos más tiempo solos, pero que aun así soy completamente partidaria de agendar el sexo en la pareja porque eso de “cuando surja” se queda en agua de borrajas, ya que entre unas cosas y otras nunca surge y cuando surge es a la hora de irse a dormir que es cuando nosotras solo queremos eso: dormir tranquilitas porque no podemos más…

Pero mi arenga se interrumpió. Nuestros hombres, bronceados y relajados, venían hacia nosotras con una sonrisa de oreja a oreja y una botella de Albariño en una cubitera.
“¡Chicas!, los niños han subido al pueblo a cenar y a la feria. ¡Estamos solos! ¿Nos tomamos una copita rápida… y cada mochuelo a su olivo?”.
¿Y el sexo, cuándo? ¿Por la noche, cuando me muero de sueño? Hum…
Ilustración de Amos Sewell.


¿Eres partidaria de agendar el sexo? ¿Cómo resuelves tú la falta de tiempo? Comparte con nostras tus ideas.

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